30 de julio de 2011

Si no hay asado no hay vacaciones

Como todo buen pirómano en recesión, nunca desaprovecho una buena causa para provocar un fuego controlado que gusto alimentar y hacer crecer hasta casi perder el control y quemarlo todo para luego sentarme en el acantilado más alto a ver mi obra y tocar la cítara o los carámbanos. Afortunadamente no necesito medicación para controlar esas pulsiones, y sólo agregaré que sin la acción del boy scout retirado Chiqui Alonso, nunca hubiera conseguido la ignición necesaria para la barbacoa que suponíamos comer. En asturias todo lo que encuentras está húmedo o mojado, y así no hay fuego que coja alegría. Su llegada ígnea en el momento oportuno y mi experiencia como fogueador y cocinero hicieron el resto. Al poco devorábamos toda suerte de artículos muertos cuya procedencia principalmente porcina hará en su momento, la mella oportuna en la arteria a medio taponar. Hasta que ello suceda, confiaremos en el ejercicio moderado y la dieta. 
Ajenos a tales reflexiones, Oliver y Teo trataron por suerte en vano de quemarse o quemar a terceras personas con manipulaciones irreflexivas de palos humeantes o brasas al rojo blanco, muy capaces de perforar una zapatilla y dejar al infante en manos de personal sanitario.




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