30 de julio de 2011

Para comérsela y otros desvaríos asturianos


En Ribadesella hay un parque que tiene un columpio para bebés o niños enanos según sea el caso y cuyo  fin, en definitiva, es para la recreación y balanceo de cargas vivas. Camila acabó sentada en el ingenio cuyas gruesas y mugrientas sujeciones cogió mientras su madre la mecía. Al fondo, las montañas, las nubes y el gris asturiano que tanto me gusta cuanto más nos aleja de la implacable acción de febo.




En su sonrosez y rubicundia, Camila evidencia alimentación del norte y teta a capricho. Una suerte de dieta de engorde que ha transformado en empanadillas sus pies y suma pliegues y contrapliegues rellenos de esa grasa de bebé tan nutritiva que muchos antropófagos festejan como un manjar. Ya quisieran los del vuelo FAU571 haber tenido un par de estos a bordo...


Aquí estamos los 4; el sol brilla y el cielo azulea por lo cual es fácil deducir que es el día de nuestra partida. Tras 13 jornadas de nubes y claros, con lloviznas y aguaceros, vientos moderados y esas cosas que ocurren por el norte. Con todo, febo lució con fuerza veraniega y hasta yo tomé cierto color del cuello para arriba; mientras que los demás miembros de la expedición astur 2011 conseguían tasas de bronceado dignas de mención en foros de coppertone.
Aquí en Madrid, estos cielos azules y sus altas tasas de radiación no invitan a la desnudez y si bajo a la piscina iré, como siempre, de sombra en sombra como las almas sollozantes de milton.

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