15 de marzo de 2010

Tres en lo alto

Ayer la primavera explotó como una bomba; no de flores o polen; de hombres mujeres y niños que corrimos en alegre dispersión por las piedras, campos, prados, laderas, faldas, pantalones, camisetas e ilusión. No la clase de ilusión fugaz, sino de aquella que promete permanencia e invita a desearla como costumbre. Que llegan los días del sol que no mata y el frío que no enfría. La breve y prometedora estación que sí; aves, insectos y mamíferos disfrutan junto a reptiles y saurios. Todos en sus espacios, tratando de no importunar a los otros, reclamando su resquicio de sol. Y toma, nosotros nos trasladamos a por el en Torrelodones; un cuadrángulo de rocas y parque entre urbanizaciones y al fondo, Madrid. Se ve en la foto, las 4 torres peinan nubes de humo y nosotros en las piedras a pleno sol. Bocadillos y gominolas; el plan era urgente y salimos de escapada antes del mediodía para quedarnos hasta mucho después de las seis. Por el camino de vuelta, tras dos canciones de MJ, Oliver se durmió y apagamos la música. Cuando despertó esta mañana aquella ilusión dió paso a otra semana de escuela. Lo desperté a las 8 en punto. No me insultó. En algún lugar de su primitiva y feliz mente infantil ya estaba asumido al desmayarse, que recobrar el conocimiento, tenía mucho que ver con lo escolar.
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