26 de agosto de 2006

VACACIONES EN CANTABRIA

Tras la partida de la familia Stringaro, continuamos las vacaciones decidiendo escapar del calor con rumbo norte, hacia las tierras altas de Cantabria.
Con la ayuda de internet localizamos alojamiento en un pueblito pegado a Potes, la capital turística de los picos de Europa.

En el desfiladero de la Hermida, tras curvas y precipicios llegamos a un pueblito en la orilla de un río truchero donde nos metimos un menú entre las costillas y la columna vertebral, no sin antes posar los tres frente a un monumento a la trucha que aparece cortado en la imágen merced a la impericia de una turista que más que sacar fotos, las arrancaba...

Aqui vemos a marta y Oliver posando en una de las estrechas callejuelas de Potes. cabe mencionar que las extremadas pendientes del pueblo sumadas al empedrado irregular de su suelo nos obligaron a traquetear el carro del niño malamente, hasta un punto de ponerse malo y opinar mal del alcalde y sus ediles...
Aquí, frente al hotel donde nos alojamos, Oliver manipulaba una caja de galletitas chiquilín, mientras Marta intenta quitársela para devorarlas...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta foto me gusta mucho. Oliver tiene una mirada !!.

Un beso

Mama Marta

Anónimo dijo...

CARTA A OLIVER


Septiembre de 2006


Hola hijo,

Cuando pensé en escribirte esta carta, me pregunté: ¿… y cuándo la leerá?, eso no lo se, pero lo harás algún día.

Es que quiero contarte un cuento, verás:

Erase un niño que llegó en un autobus amarillo lleno de otros niños y niñas que eran sus compañeros de colegio. Ese día hacía bastante frío y estaba algo nublado. Era Enero, de esos días en los que mejor que te tapes la nariz con la bufanda, porque sino al día siguiente los mocos te molestan.

La cosa no fue fácil: cuando paró el autobus frente al colegio y la puerta neumática se abrió primero lentamente y de pronto, con un brusco plussshhh se completó su apertura, todos los niños se abalanzaron hacia el interior del autobus como enloquecidos. Había que buscarse un buen lugar. Los niños y niñas gritaban y se iban dando codazos avanzando por el pasillo.

Esta vez, el niño rubio consiguió un buen asiento, no muy delante pero tampoco muy detrás, porque sino sales el último. Y eso ya se sabe, tiene sus riesgos. Por ejemplo, una vez se quedó dentro y no le dio tiempo a bajarse en su parada. Esta vez, eso, no iba a ocurrir.

Después de unas horas de trayecto, cuando vio una parada que le sonó familiar, el niño pensó que era la suya, y decidió bajarse. Pero no era su parada.

Se quedó pensativo: ahora ¿qué hago?. Justo frente a él, había una casa pintada de color rosa chicle, jó! cómo me apetece mascar chicle (pensó)…. pero cuantas veces le habia escuchado a su mamá decirle “no tomes chuches antes de comer que te quitará el hambre”, uuufff.

Le pareció reconocer a la señora que estaba recogiendo las hojas del jardin de la casa rosa. Era amiga de su mamá. El niño también se acordaba que tenía muchos hijos, creo que cinco. Tenía un nombre raro como un lunar, ahora no se acordaba bien, lo que si sabía, es que conocía a su mamá de siempre y que las dos se querían.


Al lado de ella, estaba un hombre con barba blanca sentado con las piernas cruzadas sobre una alfombra. A él también le recordaba porque alguna vez le había hablado. Sobre todo recordaba su voz, apacible, tranquila. Grave pero a la vez suave. Era de esas personas que aunque estés sólo un rato con él, ya no lo olvidas.

Los dos conocían muy bien el camino para llegar a su casa rápidamente, y se lo indicaron.

El niño rubio pronto encontró por dónde podía llegar, y con un poco de esfuerzo, lo logró.

La vida tiene tramos que a veces se recorren más de una vez, y cuando repites el trayecto, lo haces mucho mejor. Eso es lo que le pasó. La segúnda vez, el niño recorrió muy bien el camino porque ya se lo conocía.

Cuando llegó a su casa y llamó a la puerta, su mamá estaba tan segura de que era él, que le abrió de par en par, bastante rápido, como ansiosa por verle, como si no lo conociera, qué tontería.

Un rato antes, estuvo descansando con su papá, se habían dormido un rato juntos mientras le esperaban. Los dos sabían que él era listo y sabría cómo llegar perfectamente desde la parada del autobus escolar.

Cuando el niño llamó a la puerta, era la hora de la comida, el reloj marcaba las tres menos diez, pero mamá y papá aún no tenían hambre. Eso si, la madre ya tenía preparada la comida porque siempre que llegaba su hijo, lo hacía con un hambre feroz. A los pocos minutos de llegar, ya estaba comiendo.

El niño había estado los últimos tiempos bastante rebelde, pero mientras se lavaba en el baño, la mamá le miró a la cara unos segundos y supo que seguía siendo el que siempre fue, un niño tranquilo.

Mientras comía, su mamá le dio la enhorabuena por haber llegado a casa por primera vez sólo.

Esa tarde vinieron a visitarles bastantes amigos. Algunos de ellos los papás del niño no los esperaban ver, y se sorprendieron mucho y se pusieron muy contentos. Su madre no paraba de repetir cómo habían llegado tan rápido de tan lejos.

Al niño rubio lo que más le gustaba era jugar. No podía decidirse por ningún juego, quizá si tuviera que escoger sólo uno, eligiría cualquiera de los juegos con su papá, porque siempre le hace reir mucho.

Su papá le cuenta las cosas como son, y eso le gusta. Cuando el niño le pide chicle, se lo da; pero sino tiene, se aguanta porque lo que en realidad quiere, es estar a su lado.



Después de comer se quedó dormido en su habitación. Estaba muy cansado. El camino hasta su casa se le había hecho bastante largo. Pronto comenzó a soñar que hablaba con un pájaro amarillo mientras construía su nido.

Seguía durmiendo y entresueños,le pareció que el hombre con barba blanca le miraba la cara mientras dormía. Un poco más tarde, recuerda que también se acercó hasta su cama la señora con nombre de lunar. Y que le observaba, sonriendo.

El niño rubio pensó: perderse para luego encontrarse es muy divertido. Cerró los ojos y siguió soñando.

FIN



Te quiere,

Mamá