Oliver hoy

AZUL Y ORO

Tras varios días de escasa labor en este blog, retomo las actividades narrativas sobre una vida llena de diversión, leche tibia, deposiciones y baños. Oliver, como sabemos, recibió la visita de su padrino plenipotenciario; a quien rápidamente se acostumbró y consideraba como un miembro más de su familia. Le sonreía, aceptaba sus cariños y muestras de urbanidad, y le prefería en compañía, a casi cualquier objeto inanimado. Es decir, mejor con padrino Coni que, por ejemplo, jugando dentro de una caja de cartón.
Pero todo acabó. La vida y la geología nos enseñan que los ciclos son parte de la existencia, y el ciclo ese acabó. Oliver, ahora, no tiene ni la más mínima idea de quién es Coni, Osvaldo, Timorato, padrino; si es uno o son varios, si le trajo o no la camiseta de central, si la lució con orgullo, si levantó el puño, o entonamos juntos, en un momento de ilúcida pasión, el himno canalla del forjador de campeones.
Y es que la memoria de un bebé tiene una brevedad de relámpago; apenas unos bytes para fijar la cara de mamá y la del viejo; jugar con plásticos, tomar un biberón sin ahogarse, y mirar, por ejemplo, un ventilador de techo. Por eso le guardo este material hasta que su memoria tenga la suficiente fuerza como para mantenerse erguida; y sus recuerdos firmes y sólidos den la jubilación a este blog.
Me perdí.
Pues eso, que vino el padrino y nos lo pasamos muy bien de paseos y tapas (de biberones); y que le trajo la camiseta, el pantalón y las medias de Rosario Central.