25 de agosto de 2013

Excusas y cuentos; pero regreso

Antes que nada, debería disculparme por la más larga ausencia jamás registrada en este blog. Comenzaría con justificaciones y vaguedades, pero no lo haré. Digamos que una suma de problemas técnicos, una ausencia larga de mi casa por motivos laborales y otra similar por motivos vacacionales estiraron innecesariamente la actualización de este blog y no, afortunadamente, por ello se detuvieron as actividades registrables de estos cántaros de vida que damos en llamar hijos y sí; estoy siendo irónico y lo que quiera porque son mis palabras y las uso como salen.

También podría tratar de remontarme en el tiempo y colocar entradas correspondientes a diversos momentos de la vida de estos niños desde el mes de (sacre bleu!) mayo; cuando se registró la última entrada. Paso. E iré por partes hasta que las quejas de Marta o las disputas semiterritoriales de Camila hacia su vecino neutral hagan imposible la coordinación mental mínima para seguir un relato creíble.

Empezaré por Oliver, porque es la parte más difícil de relatar. Acabó sus clases el 22 de junio; con unas notas excelentes y sólo buenas palabras de profesoras y cuidadoras. Nada que no supiera yo; que le conozco mejor. Y ese mismo día pasó a buscarle por la puerta del colegio su amada madrina Almudena y se fueron directamente a su casa a pasar varias noches. De allí, pasó a casa de sus abuelos en Madrid, alternando una semana entre la casa de los primos y los mencionados padres de su madre. El 7 de julio, volvió brevemente a la casa familiar para el festejo del cumpleaños de su madre. Luego de ello, se fué a Tarragona con los Pekos y no volví a verlo hasta el día 27 de julio, cuando llegué en tren a Peñíscola para comenzar las vacaciones.

Y ahora las fotos.


Oliver; Ella y Eva en un barco en Sitges. Luego, si las encuentro, mostraré algunas fotos de la estancia de Oliver en Sitges, en casa de su tía Mariló o con su prima Ella en Mas Mestre

 Y aquí juntos! Paseando por el casco antiguo de Peñíscola; aquí al borde de una muralla con Camila que parece que está por caer y no salir en la foto.

Como claramente se lee en la entrada que sostengo en el puño cerrado que impacta en la mandíbula de Oliver, estábamos visitando el famoso castillo de Peñíscola. Donde el Papa Luna venía a pasar los veranos, cosa que no le discuto porque en aquellos tiempos no había tantos guiris ni tiendas ni peña borracha o perros ladrando sin parar en tu ventana; porque para eso estaban los guardias Suizos o los mercenarios que se llevaran por entonces. Vale, es que en el chalet que alquilamos había varios vecinos con perros que me hicieron replantearme mi relación con los cánidos.









En esta serie anterior aparezco en muchas fotos; cosa inhabitual y por ello las pongo todas.



Oliver conoce al hombre invisible. En particular, al marinero invisible con chanclas; y dudo que le echara una moneda. Camila en clara actitud prudente, observa desde una distancia de seguridad.

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