22 de abril de 2013

Penúltimas locuras del ratón Pérez e inversiones cuestionables

El sábado por la mañana finalmente cedió. Oliver llevaba casi dos semanas añorando al ratón Pérez y un poco de ánimos, el viejo truco del hilo y va! ese diente ya es propiedad del roedor hispano. Otra cosa ya es si se lo cree o no. Tras una tarde en la sierra con su primo de 12 años, las dudas parecían lógicas y potentes. No es que su primo le dijera que no existe; es sólo que planteó sus dudas de como es que haría un ratón para ir de casa en casa con dinero y dientes a toda velocidad... Yo, que conozco bien las herramientas del enemigo, contesté que ni hablar. Que el ratón Pérez viene si crees en él, y si no crees, no vendrá. El viejo truco de la fe... Al fin y al cabo, hijo mío, que es más absurdo? Que un ratón vaya de casa en casa cambiando monedas por dientes o que exista un ser infinito y poderoso, creador del cielo, la tierra y todo lo que hay de aquí a 10 mil millones de años atrás? 





El perrito de la casa.
Me duele admitir que Oliver acabó gastando la mayor parte de sus ahorros (notas, exámenes, ratones Pérez, abuelos, etc) en un perro de pega que duerme la siesta y respira hinchando y deshinchando su vientre. Me duele, porque quisiera que pudiera tener uno de verdad y estos pisos de ciudad no son muy amigables para ello. En fin, un perrito es un perrito...



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