9 de enero de 2010

La piñata.

En el cumple de Oliver hubo claro, una piñata con bolsitas llenas de gominolas para alegría de los niños y sus dentistas; y tristeza de sus padres y piezas dentales. Yo me encargué de colgarla y por poco no acabé con mis pantalones en los tobillos para alegría y solaz de los presentes y para mi tristeza y escarnio fotográfico. No sucedió. A pesar de mi innecesaria dieta biliar, no perdí tanto peso como para acabar con mis pantalones de tobilleras. Los niños tiraron de sus cuerdas y la piñata no se abrió. Hubo que darle un golpe y finalmente las alimañas se arrojaron sobre sus bolsas con la furia de verdaderos toxicómanos del azúcar y el pica pica. Salve et vitae plus ultra! (nunca aprendí latin, pero quería poner algo que lo pareciera)
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