Aquí estamos; el nutrido grupo que cohabitó incólume una semana entera; felizmente reunidos sin enrarecimientos ni desdichas ante las costas bravías del cantábrico; 16 pulmones y otras tantas piernas -ninguna tan injuriosamente blanca como las mías- a la espera de una foto que nos inmortalice. Es notablemente falsa esa actitud mía de llegada al cuadro y detrás, sin resultar amenazantes, las nubes grises y el ancho mar de las anchoas. Las mejores vacaciones de muchas de estas vidas.
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