Cuando Ptolomeo acabó de escribir su geographia, incluyó un mapamundi que no se conserva porque en aquellos tiempos no había cámaras digitales ni gps. Por ello, su mapa resultó una birria que más parecía escapado de una imaginación febril que de un genio de su tiempo.
Mientras nos preguntamos como puedo sugerir que el mapamundi de un niño de cinco años revuelca de los pelos y adornaría de rosa las mejillas de Beato de Liébana o el propio Cantino -quien apenas incluyó trozos de Brasil en su loado mapa del año 1500- les invito a observar el que hizo este artista infantil.
600 años después; Oliver, con paciencia y devoción geográfica se cernió sobre un papel en blanco y tras varias jornadas acabó este ejemplar que seguramente hubiera hecho las delicias del duque de Venecia, tan dado a coleccionar mapamundis como ropa interior de las damas. Sin reprobar o admirar tales costumbres, acabaré esta entrada agregando que me siento muy orgulloso de este trabajo que hizo Oliver porque refleja paciencia, buen gusto, exactitud (al loro esa australia, papúa nueva guinea y el archipiélago de japón) y sobre todo amor por las curvas y rectas de la geografía mundial. Ojalá puedas recorrerlo entero; tu primer paso ya lo has dado.
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