Tras compartir la alegría con el felino, llegó el rascarse, el escozor, el amargo recuerdo... Todos fuimos atacados por sus pulgas, y desde entonces pasó a llamarse así. Venía varias veces por día a mendigar comida a la casita de villahormes; y aunque seguimos alimentándolo, ya nadie le volvió a tocar. Pulgit tempus fugit.
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