Para los malacostumbrados a las grandes fotos, diré que la importancia está en el momento, y este es uno de esos casos.
Hoy Oliver evadía ir a devolver los libros a la biblioteca y aludió ganas de ir a la piscina como motivo incapacitante. Tras hacerle un sandwich de nocilla y coger las pertinencias, nos fuimos a la pileta techada de las proximidades. Allí había una clase de niños de su edad que nadaban orgullosos con sus manguitos ante la admirada vista del protagonista de esta bitácora de la que soy mero redactor.
Sin dudarlo exigió sus manguitos y se lanzó a dar patadas y brazadas que inmortalicé con la cámara del teléfono.
Un día histórico, ya que nunca antes había aceptado ponerse manguitos y mucho menos aún, que le dejen solo con las profundidades...
Tras una hora nadando lo extraje del agua con los dedos que eran una huella digital obesa unidas a bracitos.
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