Si al ritmo bailón de gangnam style le sumamos 21 niños y los ponemos en una fiesta de cumpleaños, y le sumamos azúcar e hidratos de carbono tendremos más o menos lo que obtuvimos. En alegre descontrol y llenos de energía, los niños despedían sus vacaciones de invierno a la vez que el cumpleaños de Oliver que siempre coincide con esa fecha. Una dicotomía antagónica donde se mezclan los sentimientos negativos del reinicio de la fastidiosa costumbre a la que llaman escuela, y la furiosa alegría de ser el homenajeado de la fiesta.
Alquilamos como el año anterior un local a estos efectos ya decorado y allí se lo pasaron en grande.
Seguiría dando detalles, pero entre que es domingo por la mañana y no tengo ganas, prefiero estas fotos a mis cien palabras.
Un agradecimiento especial al tío Chiqui; que animó la fiesta con gran habilidad y evitando que los niños lo ataquen como sucedió el año pasado..
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