Vale, hace tanto tiempo que no encuentro una gana de sentarme a escribir en estos blogs, ni en ningun otro artículo de escritura -como listas de compras de cosas de arreglar las casas y temas igual de innecesarios como urgentes- que es muy probable que me acabe yendo por las ramas como un bonobo, o un orangután. Con esa dicotomía en el alma, liando planes y postergando otros, los días van pasando y de la misma manera, las piezas dentales lácteas de Camila empujan desde su cálida residencia maxilar hacia zonas de mayor exposición a intemperies y texturas. Luego está esta foto, donde parcialmente suponemos que la niña está desarrollando una seria afición por la masticación sin dientes; sin tener en cuenta que fue puesta en la silla de juguete de la muñeca de su prima, para alborozo de niños y para complicar su extracción al punto de tener que hacer maniobras de torsión y pujos, y sin llegar a temer jamás por una llamada al 112 para su excarcelación por medio de tijeras mecánicas, o cualquiera de esas cosas que llevan los bomberos para solucionar esta clase de entuertos.
Quien se haya perdido por el camino, a bientôt; yo tampoco entendí nada.
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