Esa mirada de desconfianza es aparente. Detrás se agazapa el amor. Ella, indolente con la indolencia de los que todo lo ignoran, se abstrae rodilla en mesa. La iluminación de su cara al reconocerme enciende una luz natural que tarde o temprano me empujará a su adoración. Nota: está rotunda, se chupa infatigablemente los dedos hasta provocarse arcadas y tiene cosquillas en axilas y muslos. Por momentos se pone rebelde, pero no eterniza sus reclamos; lo usual es que tengan que ver con el sueño o la succión. Infantis bebés et chupum plus dormis. La frase es obviamente trucha, y lo de la indolente indolencia no lo retiro; a veces una redundancia puede ser visual.
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