Explicale a un niño de tres años que es la mente; que es el pensamiento; que es el amor y donde está; que un recuerdo; y probablemente estarás preparado para explicarle a hacienda porque tienes millones sin declarar aunque este último no sea, tristemente, nuestro caso.
Oliver escucha muchas canciones y obtiene palabras sobre las cuales luego nos interroga duramente para sacarnos todo lo que sabemos sobre el tema. La conversación sobre la mente se zanjó, por ejemplo, diciéndole que es todo lo que pensamos, todas las ideas, las cosas que nos acordamos, las personas que queremos y donde guardamos los nombres de la gente que conocemos. Todo eso dentro de la cabeza, en el cerebro.
De esto, hablamos hace meses en una caminata de casa al metro. Recuerdo que quiso ir aún más allá y preguntó que hay dentro del cerebro, y que le dije que estaban las neuronas que son como estrellitas muy pequeñas que cuidan la mente.
Ayer estaba columpiándolo en el parque mientras leía mi libro cuando de pronto le escucho que me habla; y aunque escuché sus palabras, no las racionalicé hasta unos segundos después:
Oliver: Papá, estaba aprendiendo de mi mente…
Victor: Qué?!
Oliver: Que estaba aprendiendo de mis pensamientos
Victor: Aprendiendo de tus pensamientos? ¿Quieres decir que estabas pensando en algo?
Oliver: Si. Estaba pensando en la sangre y como va por los tubitos esos… quiero que me cuentes más.
Victor: Vale…
Me gustó mucho esa explicación que me daba a su proceso mental de pensar en algo.
Aparte su ansia de conocimientos, que es voraz e infinita; yo no dudo en responder a las más complicadas de sus cuestiones, ya que la dificultad no reside en el concepto, sino en la mente que debe procesar la información, y en el caso de Oliver, pareciera, por así decirlo, funciona muy bien...
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