En brazos de su madre, pero alentado por un irresistible arrebato de valentía (quizás hasta temeridad) Oliver extiende su mano y toca la nariz de la bruja rompiendo, quizás, el encantamiento que hace que la recuerde tanto, la mencione casi dos docenas de veces por día; exige que se la dibujen en papel, en pizarra mágica, que sea moldeada en plastilina y en fin, la bruja, la bruja, la bruja.
Vean como le toca la nariz y, presa de una descarga de adrenalina se agarra de la cola del pobre lobo y se la sacude a un 8 de la escala de Mercali. Tembla lobo... tembla....
No hay comentarios:
Publicar un comentario