Antes de la llegada despiadada y calendaria del frío cortante y lacerador de paseos en bici, aprovechamos esta tarde en que Oliver estaba más dispuesto a saltar sobre la cama que a yacer en ella, para darnos una vuelta al cálido mecer de las hojas amarillas y el sol desentumecedor. Desempolvé la bicicleta y nos fuimos al parque con Marta y provisiones.
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