Tras la partida de la familia Stringaro, continuamos las vacaciones decidiendo escapar del calor con rumbo norte, hacia las tierras altas de Cantabria.
Con la ayuda de internet localizamos alojamiento en un pueblito pegado a Potes, la capital turística de los picos de Europa.
En el desfiladero de la Hermida, tras curvas y precipicios llegamos a un pueblito en la orilla de un río truchero donde nos metimos un menú entre las costillas y la columna vertebral, no sin antes posar los tres frente a un monumento a la trucha que aparece cortado en la imágen merced a la impericia de una turista que más que sacar fotos, las arrancaba...
Aqui vemos a marta y Oliver posando en una de las estrechas callejuelas de Potes. cabe mencionar que las extremadas pendientes del pueblo sumadas al empedrado irregular de su suelo nos obligaron a traquetear el carro del niño malamente, hasta un punto de ponerse malo y opinar mal del alcalde y sus ediles...
Aquí, frente al hotel donde nos alojamos, Oliver manipulaba una caja de galletitas chiquilín, mientras Marta intenta quitársela para devorarlas...